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La Técnico Jurídico de la CAJ Lautaro que desde su trabajo se inspira para sanar con música, reiki y biomagnetismo

Carolina Aguilera desde hace 17 años que trabaja de secretaria de la CAJ de Lautaro. 17 años con contrato de media jornada, por lo cual para ella siempre fue una obligación buscar una segunda “pega” (otras oportunidades laborales) que le ayudaran a mejorar sus ingresos, pero también a canalizar su vocación social.

“Llegué a trabajar en los tiempos que se usaba máquina de escribir”, dice risueña Carolina, de 36 años, madre de dos hijas de tres y cinco años, quien ya saliendo de cuarto medio tenía claro que lo que quería estudiar era Técnico Jurídico. Su “primer paso para ser abogada”, dice que pensó en ese momento. 

Horas de idas y vueltas en viajes de Lautaro al centro de estudio en Temuco y un trabajo part time como vendedora de ropa, entre otras cosas que realizaba desde los 14 años, le permitieron cumplir su meta profesional y de allí, ganar su cupo en la CAJ de Lautaro.

Pese a los esfuerzos los ingresos seguían siendo un tema para cumplir sus sueños, por lo que decidió buscar algo que hacer los fines de semana. Trabajó sábados y domingo en una editorial, como vendedora de libros, combinando sus múltiples labores con su nuevo oficio y pasión, la música. Así fue que a los 20 años comenzó a dar sus primeros pasos entre acordes en el Leftraru Bar Cultural, en Lautaro, donde además conoce a su nuevo amor, Héctor Ibáñez, entonces propietario y gestor cultural y hoy su pareja y padre de sus dos hijas.

El escenario y el público la encandilaron y con más personalidad que técnica subió al escenario con su guitarra y su voz para ser parte del show que, semanalmente, amenizaba el ambiente musical local. Su repertorio: canto nuevo y folclor nacional y latinoamericano. Rápidamente fue un éxito. Tanto, que no paró de ser llamada a eventos pagados, privados y públicos en toda la Araucanía y desde otras regiones, sumándose a una red de gestión y circulación musical a nivel nacional.

DEL FOLCLOR A LA MUSICOTERAPIA

Esta nueva oportunidad laboral le abrió un mundo que no solo le ha permitido viajar por Argentina, Perú y Brasil mostrando su música y conociendo nuevos ritmos, cantos y mixturas, sino que también perfeccionarse y protagonizar grandes instancias musicales, como lo fue abrir, frente a más de 12.000 personas, el 66° Congreso de Ciencias y Tecnología para una Amazonia Sin Fronteras en la ciudad de Río Branco, Región de Acre, en la Amazonia de Brasil. Junto a su pareja, Héctor Ibáñez, fueron los únicos chilenos invitados como artistas, gestores y expositores a esa instancia donde también presentaron ponencias en temas de interculturalidad, educación y derecho y autonomía indígena.

Este y otros hitos en su trabajo, como sus estudios en torno al folclor campesino y la Trova de Perquenco, le permiten hoy ser considerada en el sur de Chile una reconocida autogestora cultural y comunicadora social, esta última, labor que por años desarrolló en el programa Chile y su Música de radio Lautarísima donde, dice humildemente, siente que abrió “espacios para sus pares músicos dando a conocer sus trabajos a la región, al país y al extranjero.” El año 2020 sumó la conducción en vivo y en directo del Día de la Música Regional en la Araucanía.

Con el tiempo, además de profundizar sus estudios musicales, componer, cantar y locutear, se convierte en productora, profesora y monitora infantil y llega a la Escuela Nacional del Folclore (ENAFO), perteneciente a Extensión de la Universidad de Concepción.

“Esta segunda pega se transformó en una forma de vida”, reconoce Carolina al asumir que aquella vocación musical que de pequeña no pudo construir, finalmente terminó de absorberla y convertirla en una guitarrista con técnica y compositora versátil, pues del canto a lo divino, el folclor y la trova transitó a la balada, la cumbia, el pop, el folk y el rock. 

VOCACIÓN: EDUCAR

Como cultora, insiste que lo que siempre ha buscado es difundir el patrimonio musical de la Araucanía y fomentar los espacios de formación, como lo ha hecho con su semillero de guitarras y folclor por donde han pasado más de 100 niños y adultos. Insistente, como es, el aislamiento social no fue impedimento para incursionar en nuevos canales de comunicación como los digitales para continuar con su vocación y oficio. Una de ellas es la que desarrolló desde su cuenta de Facebook, @CaritoAguilera, desde donde transmite “La Posta de las Cantoras”, espacio en el que participan gran parte de las cantoras más destacadas de Chile y que se viene desarrollando desde hace más de un año. “Todos los días una cantora se conecta a las 12 horas para compartir su canto por tres días”, explica Carolina.

Su sello: formar a otras generaciones y grupos sociales desde lo cultural porque, como su trabajo en la CAJ, en la forma y el fondo, hay una vocación social de educar desde lo artístico, por una parte, y desde los derechos sociales, por la otra. Con esta motivación Carolina se ha enfocado en ser parte de varias escuelas y talleres de las regiones de La Araucanía y Los Ríos donde además de realizar mediaciones en las áreas de la música y el folclor ha profundizado en la musicoterapia.

Hoy, con su banda estable de cuatro músicos Leftraru Ulkantun retoma, tras el receso que les obligó la pandemia, los escenarios de la región con sus propias letras, como la Cumbia Del Pebre, donde cantando enseña la identidad compartida de Latinoamérica viajando desde la receta de su abuela de este clásico gastronómico nacional hasta sus otras versiones latinomericanas como “en Bolivia con el llajua / que es argentina y peruana / en México el pico de gallo / y el ajicero venezolano”/ “El Pebre Patrimonio Latinoamericano.”

“La música se volvió mi vida pero el trabajo en la CAJ es mi deber social”, responde Carolina al ser consultada por las motivaciones de seguir con un trabajo en el que tras 17 años sigue más por cariño que por remuneración que apenas supera el sueldo mínimo. Su próximo paso, tal vez despertado por la musicoterapia y el conocimiento ancestral del mundo campesino, es consolidar su centro de sanación de cuerpo y alma a través del reiki, el biomagnetismo y obviamente la música como terapia. 

“Pienso que mi real vocación desde niña ha sido sanar, primero desde lo más práctico como ayudar a la gente a defender sus derechos, y ahora desde lo psicoemocional”, dice al asumir que las exigencias de energías y tiempos la obligarán muy pronto a tener que tomar decisiones sobre sus tantos caminos laborales. “Cualquiera sea, miro los nuevos tiempos y desafíos con alegría y agradecimiento por todas las oportunidades”, enfatiza.